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Convertirse en mamá

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Hay momentos en la vida en que el trajín diario se detiene y somos protagonistas de algún acontecimiento que nos hace sentir que todo será diferente a partir de ese instante: comenzamos una relación de pareja, nos graduamos, nos mudamos. De repente ya no somos las mimas y empezamos a mirar la vida con otros ojos. Estás viviendo una de esas experiencias, y es la más transformadora de todas; ser madre.

Para muchas de nosotras un hijo no es parte indispensable de nuestra vida hasta que somos madres por primera vez. Es posible incluso que hasta ese momento ni siquiera hayas tenido a un recién nacido en brazos. Además, para la maternidad no existen exámenes de preparación ni cursos introductorios ni prácticas ni ensayos. Comienza a crecer dentro de ti, ocupa tu vida emocional y tus pensamientos, y comienza a provocar cambios psicológicos y físicos.

Puede ser que se trate de tu segundo o tercer embarazo. No es algo nuevo para ti y ya eres una experta en cambiar pañales, hacer echar los gases al bebé y calmarlo. Aun así, dar a luz no deja de ser una experiencia transformadora. Muy pronto tendrás delante de ti un nuevo ser en tu vida. Eres consciente, tienes experiencia y conocimiento propio de la magnitud de su transformación y significado.

No estamos acostumbradas a fluir sin controlar la situación. Queremos controlar todo por sí solas y prepararnos adecuadamente para sobrellevar la situación. Sin embargo, la maternidad no funciona así. Podemos leer e informarnos todo lo que queramos, asistir a cursos de preparación al parto y seguir la curva de desarrollo del bebé, pero lo esencial ocurre a otro nivel. La adaptación física de nuestro cuerpo durante el embarazo es evidente; tenemos que alimentarnos bien, descansar y sobrellevar molestias inusuales en la vida cotidiana. Al mismo tiempo se produce una adaptación tanto mental como emocional; un desarrollo que te prepara para el parto y para el nacimiento de tu bebé.

Tu infancia

Es común cuando estamos esperando un bebé tener sueños muy intensos en torno a los enormes cambios a los que nos enfrentamos. Vienen a nosotros recuerdos muy nítidos de nuestra infancia y pensamos mucho en esta etapa de nuestras vidas; quizás porque es la experiencia más cercana a lo que es ser niño. Nuestra infancia puede servirnos de inspiración al elegir cómo deseamos ser como padres o al revés, sobre cómo no queremos ser.

Es probable que sientas que es un ejercicio de humildad que la experiencia vital nos enseñe. Sin embargo, cada cosa que sucede durante el embarazo tiene un objetivo y un propósito. Nuestros pensamientos, sentimientos y preocupaciones sirven para prepararnos para el día D, para que podamos estar preparadas para conocer a nuestro bebé, listas para dedicarle todo nuestro tiempo y atención y para aceptar su dependencia y vulnerabilidad. Sonreírle al mirarnos para que se regocije en la sensación de ser bienvenido y deseado. El período anterior al parto es precisamente un tiempo de preparación para recibir y aceptar emocionalmente al bebé con el que compartiremos el resto de nuestra vida.

Quizás estés en pareja y esté a tu lado compartiendo contigo la dulce espera y viviendo su propio proceso íntimo, igual o diferente al tuyo. A menudo solemos distanciarnos un poco de la pareja cuando nos convertimos en padre o madre, por lo menos al principio. Tu pareja dará la noticia en el trabajo, lo felicitarán, le harán preguntas, pero después de todas esas felicitaciones iniciales los días retomarán la rutina previa. Sin embargo, después tenderá a olvidarse de la existencia del bebé. La pareja recibe muchas veces el mensaje del entorno de que debe ocuparse de ti, ser el apoyo de la madre que da a luz o da el pecho. Se le presta mucha menos atención a su propia experiencia como futuro padre o madre y la preocupación, expectativa y felicidad parecen secundarias frente a toda la atención que recibes tú, la embarazada. Si deseáis compartir este proceso y los preparativos es necesario que ambos estéis concentrados en ello. Dejad claro en vuestro entorno que ambos estáis comprometidos en esto y decididos a compartirlo todo entre los dos.

Es posible que vuestra relación sea armónica, estéis ambos seguros del otro y vuestras reacciones sean previsibles. Podría ocurrir también que os llevéis alguna grata sorpresa como que, por ejemplo, el más descuidado de vosotros quiera de repente tener todo preparado para la llegada del bebé y compre pañales y ropa para el recién nacido y monte el cambiador. También puede ocurrir que tu pareja, tan calmada siempre, de repente se paralice y comience a preocuparse en exceso por tu alimentación y tema que sufras algún daño. Todo puede volver a cambiar otra vez con la llegada del bebé, pero es importante que conozcáis esos nuevos aspectos que despiertan la paternidad y la maternidad. ¿Qué os preocupa? ¿Qué os hace felices? ¿Cómo deseáis que sea la llegada del bebé? Lograréis sentir más compañerismo si sois capaces de expresar con claridad vuestros sentimientos y comunicar lo que esperáis del otro.

Si tenéis la suerte de vivir este momento entre dos, ¡aprovechadlo! Porque la paternidad y la maternidad es un viaje emocional donde la preocupación siempre os acompañará. Ninguno de vosotros se sentirá maduro ni actuará de forma natural en el encuentro con el bebé. Lo más normal es que os sintáis como si fuerais niños. Sin embargo, no todo tiene que ser perfecto desde el principio. Ser padre o madre es aprender a conocer a otro individuo de una manera muy especial. Y, también, aprender a descubrir partes desconocidas de uno mismo, lo que significa que vamos a tener que probar, cometer errores e intentarlo otra vez. Son precisamente nuestros hijos, más que cualquier otra persona en nuestra vida, los que nos brindarán más oportunidades de reparación y desarrollo. Se trata de una experiencia con muchos más claroscuros que cualquier otra. Bienvenida a tu nueva vida, nueva de verdad.